“Desde hace 2 años, comete el mismo ritual, asiste a los mismos lugares, encontrando y olvidando todo tan pronto como acaba el día”
Abrir los ojos, despertar y hacer lo cotidiano simplemente no era viable para un día como hoy.
Soñar mientras caminaba, mientras pensaba no era una opción para una mañana así.
Demostrar modales, ser servicial y adorado por todo el mundo. No, al menos por hoy, no sucedería.
Una vez al año, nuestro protagonista se volvía retraído, huraño y silencioso.
No hablaba, no sonreía, no decía “buenos días”
Esperaba, salía mucho más temprano que de costumbre y se dirigía “sólo Dios sabe a dónde” para encontrar aquello que perdió una tarde de septiembre.
Recordaba, fumaba como maniático…buscaba.
Buscaba, recordaba como maniático…fumaba.
Fumaba, buscaba como maniático…recordaba.
Todo en el mismo y alterado orden creado por él mismo.
Uno, dos, tres, o quizás más años. Una vez al año este hombre se volvía loco y necio. Una vez al año se convertía en aquel joven lleno de esperanzas que, por una mala decisión lo perdió todo, o al menos no todo, pero si, a ella.
Todo, y para siempre. Dos palabras que jamás utilizaba, pero al menos ese día volvería a pronunciar sólo por aquella ocasión “especial”.
Una llamada, un mensaje. Mucho no podía hacer, mucho no quería hacer. Al fin y al cabo, era un fan enfermizo del destino, en el que creía ciegamente a pesar de que este le había jugado chueco.
Decisión, extrañeza. La extrañaba, a su manera de ver (y de sentir) era mucho. Mucho, demasiado.
A veces no podía continuar por el simple hecho de escuchar su nombre, por hacer como que no sabían de qué o quién hablaban.
Él la dejo, o eso era lo que le gustaba creer.
La verdad es que jamás se tuvieron como para dejarse.
La verdad es que nuestro héroe estiro al máximo los pocos recuerdos, experiencias que paso junto a ella.
Y así como de costumbre, arruino lo poco cosechado.
Entonces, todos los años salía a caminar para pensar un poco, para no tener que platicar con nadie sobre lo mucho que recuerda aquel último día. Para evitar parecer grosero por guardar tanto silencio. Para no parecer tan imbécil y triste al mismo tiempo.
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Juraría que te vi, aunque sé que estas a un año luz de mi